Libro fotográfico

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Museo Nacional de Antropología de El Salvador

Centroamérica en escena:


Mauricio Funes y el socialismo del siglo XXI.



El socialismo, tema central de debate en la izquierda de cara al poder y a su relación con la sociedad civil. El término fue durante un siglo un asunto de orden teórico para los intelectuales y militantes de la izquierda americana. En el siglo XXI deja de ser tal para volverse una cruzada de las acciones de gobierno en nuestro continente.


El gran número de gobiernos latinoamericanos que son dirigidos por partidos o alianzas de izquierda, trasladó de las academias al lobby político un tema históricamente clandestino: el socialismo. Las medidas legales tomadas por el gobierno de Barack Obama en asuntos relacionados con la seguridad social fueron criticadas como medidas de corte socialista por sus detractores. Toda política de gobierno que se adjudique una protección de los derechos de la sociedad en detrimento de los grandes grupos de poder económico ha sido acusada de socialista desde hace muchos años.


Las más diversas modalidades de gobierno o de partido han sido acusadas incluso de comunistas, en la historia salvadoreña el mismo partido de la Democracia Cristiana fue tildado de comunista por la extrema derecha, cientos de sus militantes fueron ejecutados por los escuadrones de la muerte, otros fueron encarcelados durante la década de los años 1979s. Un breve recordatorio: las medidas de nacionalización que implementó ese partido en el gobierno de Napoleón Duarte, apoyadas y financiadas por Estados Unidos, cuya razón estaba dedicada a los objetivos estratégicos de la contrainsurgencia de la guarra civil, fueron acusados de comunistas.


Comunismo y socialismo, términos que suelen identificarse más allá de la doctrina o de la realidad, por el patrón ideológico que se consolidó desde el Manifiesto Comunista (MC) de Carlos Marx y Federico Engels. Sin embargo como en la naturaleza, en la sociedad y sus conflictos, nada es puro, aunque así lo suponga el reflejo que se produzca en la mente de las personas.


Difícil es precisar aquí un significado totalizador de socialismo debido no solo a lo antes dicho sino a la gran cantidad de trabajos intelectuales que se han realizado desde 1848, cuando se escribió el MC. Pero la realidad latinoamericana de hoy, nuestra experiencia de lucha social y política, nuestra visión personal, nos permiten apreciar con meridiana condición un hecho que centra el debate de nuestra América: el socialismo del siglo XXI.


Verdad de precisión continental es que los gobiernos de izquierda se sitúan o a favor o distantes del llamado socialismo del siglo XXI. En el sur de América fácil es definir quién se cubre en el epicentro de esa concepción política del poder: Venezuela, pero quizá más preciso es decir Hugo Chávez. El presidente de la República Bolivariana de Venezuela logró construir un paradigma bastante similar al de Cuba: que un modelo económico y social se asimilara con su fundador.


Caracteriza ese modelo un discurso de confrontación con Estados Unidos, Israel, y cualquier otra postura que no se sitúe en su horizonte ideológico, más allá se sitúa el planteo de una profunda reforma constitucional. Es en la reforma de la primera carta de Estado en la que se sitúa en gran debate de las izquierdas en torno al poder, el territorio natural de la guerra política entre estos y la derecha. Bolivia y Ecuador suelen ser los más decididos acompañantes de ese modelo político, al menos en el sur de nuestro continente. La característica fundamental de ese modelo estriba en sus recursos naturales, en su capacidad de exportar el modelo a partir de su disponibilidad financiera.


En Centroamérica el gobierno de Daniel Ortega está situado en ese horizonte ideológico y político del socialismo del siglo XXI, el único de la región que calza sin amagues las posturas frente a otros países o en los organismos multilaterales.


Hay otro modo de concebir el socialismo, menos obcecado, menos discursivo, para muchos menos radical, no pocos son los gobiernos de izquierda que se han situado en ese eje, como es el caso de Argentina, Chile, Uruguay, y por supuesto el país símbolo de un modelo de gobierno democrático, el Brasil dirigido por Lula.


Característica común en todos esos países que siguen o se distancian de la línea del socialismo del siglo XXI es su lugar en la economía mundial, no se trata de países pobres como los de Centroamérica. Lo otro es que esos países, sin importar su visión de socialismo o democracia, han sabido administrar una política de relaciones internacionales de cooperación, en muchos casos muy estrecha.


El presidente Mauricio Funes al referirse al socialismo del siglo XXI ha declarado categóricamente no sentirse atraído por ese modelo, ni estar de acuerdo en su visión de desarrollo para América Latina, y advierte además que los dirigentes del FMLN pueden optar a un endoso con esa línea socialista, pero no su gobierno. Más allá de si se está o no de acuerdo con el presidente, lo interesante es que el gobierno de izquierda de El Salvador haga esas aclaraciones para que sus ciudadanos y ciudadanas sepan de qué se trata esta historia.


Sus declaraciones no deberían tomarse con dramatismo, menos con hostilidad, una de las características de toda democracia es admitir cualquier modo de pensamiento, pero hay algo de mayor relevancia todavía y que la gente suele perder de vista: que el no compartir las ideas del socialismo del siglo XXI no es motivo para ser enemigo de las causas sociales y menos de la democracia y el desarrollo sustentable.


Brasil y Venezuela, representantes de los ejes centrales del desarrollo a partir de visiones de izquierda distintos, son socios comerciales y político, amigos, han sabido ser parte de una realidad mundial que cada vez exige la tolerancia de los dirigentes y los gobernados.


Será la capacidad de comunicar sus intenciones, de explicar sus acciones, de educar en esa forma de pensamiento, la que va a definir la consolidación de un modelo de gobierno y democracia diferente pero no enemigo del socialismo del siglo XXI.


Es el ejercicio que le espera a la izquierda salvadoreña, al presidente Mauricio Funes, a sus aliados de izquierda y demócratas, porque un hecho también es real en ese sistema de gobiernos de izquierda: que nadie debe estar fuera de él. De ahí que la concepción incluyente define de alguna manera estas pautas, falta ser demostrado.


Este gobierno debería ser el mayor ejercicio de la izquierda, será la manera de demostrar que en este país puede subsistir, crecer y desarrollarse, una izquierda que no responda a esquemas ideológicos sino a una visión científica de desarrollo humano, que respire autenticidad, independencia, y sobre todo diversidad, cosa que no puede ser posible sin un modelo de desarrollo basado en la justicia social y en la fuerza de sus instituciones.

 

Al-kimia Digital

MONSEÑOR ROMERO

MONSEÑOR ROMERO
“No nos pueden entender los que no entienden la trascendencia. Cuando hablamos de la injusticia aquí abajo y la denunciamos, piensan que ya estamos haciendo política. Es en nombre de ese reino justo de Dios que denunciamos las injusticias en la tierra. Y en nombre de aquel premio eterno les decimos a los que todavía trabajan en la tierra: ¡trabajen, pongan al servicio de la patria todo su esfuerzo!”

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