Libro fotográfico

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Museo Nacional de Antropología de El Salvador

Notas sobre nuestra izquierda salvadoreña.



Escher - Relativity

El origen y las recurrencias de nuestros debates:


En las últimas semanas hemos visto cómo el partido de la derecha que gobernó los destinos de EL Salvador durante veinte años, ha caído en una crisis profunda que devino entre otras cosas de la derrota electoral de marzo pasado. Esto podría llevarnos a suponer que la izquierda que resultó vencedora en los comicios presidenciales que permitieron la llegada a la máxima magistratura de Mauricio Funes es una armadura consolidada, que nada tiene que temer ni a su pasado ni a su futuro. La realidad política no es tan simple. 


Si hay algo que caracteriza a la izquierda en cualquier parte del mundo es su incesante debate ideológico, sus apasionadas y textuales posturas. Esa es la naturaleza de la izquierda. Y una de las debilidades mayores de esa izquierda ha estado arraigada precisamente en esa naturaleza: que no ha sabido difundir con claridad los debates relacionados con su ideología y su acción.


Desde antaño se habla de izquierdas democráticas y de izquierdas totalitarias, en ese rango se mueven más o menos las tendencias modernas de aquellas personas que se identifican con una u otra forma de pensar, y de actuar incluso, cuando se ejerce el gobierno desde esas posturas ideológicas. 


Definir las características de un determinado esquema de pensamiento y dotarlo de estas o aquellas diferencias es por tanto un ejercicio complejo. En nuestros medios se acostumbra esperar un escrutinio desde la comunidad civil respecto de sus preferencias con un tipo de izquierda determinada sin una clara antesala. El error que se comete es que la gente no cuenta con la suficiente información, no sólo acerca de las ideas sino de las acciones concretas que se atribuyen a aquellos a quienes se juzga.


La falta de publicidad y por ende el desconocimiento de las ideas y acciones de la izquierda tiene un origen histórico: la persecución, partera de la conspiración. Desde aquellos años del siglo XIX cuando comunistas, socialdemócratas y anarquistas debieron conspirar entre sí y con relación al poder dominante del capitalismo de su tiempo las células eran secretas; pero aún así, los abundantes textos y los debates entre la internacional socialista y la internacional comunista generaron enardecidos ataques y muy bien elaboradas defensas. Lo abierto de esos hechos es lo que propicio una gran cantidad de publicaciones en periódicos de toda Europa y fue lo que consolidó las corrientes más sobresalientes de la izquierda, el anarquismo, la socialdemocracia y por supuesto el marxismo leninismo. 


El pensamiento clásico devino precisamente de ese enardecido debate. No es posible comprender la izquierda de hoy sin recurrir a su pasado, sin recurrir a sus postulados fundamentales, a sus sistemas filosóficos, a su concepción de mundo, a su visión del poder, a sus experiencias particulares, a los y mujeres hombres que entintaron decenas y cientos de páginas en el intento de explicarse el destino de la humanidad.


La persecución es factor decisivo en la psicología de la gente de izquierda. Décadas enteras de vivir escondidos de la persecución, asumiendo una actitud secreta de sus debates, de sus ideas, dada la proscripción propiciada por la ley, generó una manera de entablar las discusiones que pronto se volvieron públicas. ¿Cómo aprender a debatir con transparencia si tienes como antesala la persecución y la condena? Esa es precisamente la tarea de la democracia arrebatada a las dictaduras militares.


  América vive hoy uno de sus momentos más álgidos en cuanto a presencia de la izquierda en el poder y gobierno se refiere. Los modelos y concepciones de la izquierda en el terreno de las acciones gubernamentales responden de alguna manera a ese origen, los debates presentes son recurrentes. Los modelos de nuestro tiempo suelen asociarse al estilo Hugo Chávez o al de Lula, entre esos dos hombres que dirigen los destinos de dos de los países más ricos de nuestro continente se ubican otros personajes, otros modelos de gobierno que sugieren una adherencia respecto de la izquierda, como el de Cristina Fernández en Argentina o Evo Morales en Bolivia, como el de Lugo en Paraguay o el de Correa en Ecuador. Más allá de las similitudes de esos gobiernos las diferencias entre unos y otros son plausibles dada su propia historia, el perfil de sus líderes, lo poco o mucho que sus partidos políticos se hayan consolidado, y a pesar de esas diferencias, el sur de América es una de las zonas de integración política y económica más interesante del mundo actual, sobre esas diferencias es que se advierte la alianza de esas izquierdas.


¿Dónde estamos nosotros? Geográficamente en un pequeño territorio de países con economías pobres, con una historia reciente vinculada a las guerras civiles y a la violencia social, un territorio que aspira superarse a sí mismo, un territorio gobernado por derechas e izquierdas.








           

          Centroamérica en escena:


  La influencia del sur de América en nuestra región es una realidad que superó los viejos esquemas de la modernidad y el desarrollo del norte. Los gobiernos que de nuestra región solemos asumir con la izquierda son los de Nicaragua y El Salvador. El resto de países se mueve en dinámicas muy diferentes. En Guatemala, Costa Rica y Panamá los debates en torno al gobierno del órgano ejecutivo no responden necesariamente a un enfrentamiento tan marcado entre ideologías de derecha e izquierda, no al menos es el centro del debate del poder.


Honduras es el país atípico de nuestra región. La crisis surgida del golpe de Estado que depuso de sus funciones al presidente Manuel Zelaya dio lugar a una cantidad de hechos políticos que no necesariamente responden a un enfrentamiento de un sistema de valores de una izquierda política consolidada contra una derecha. Ni el mismo Zelaya ni la mayoría de sus seguidores son militantes de una izquierda tradicional, sus banderas y sus colores son efectos de coyuntura, fue la cercanía del presidente depuesto con los proyectos económicos de Hugo Chávez, que obviamente implican en la medida de lo posible reformas legales y constitucionales, lo que propició la crisis.


Es por ello que más allá de la situación actual de Honduras, lo que caracteriza su crisis no es la presencia de un partido o de un grupo de partidos y de posturas de izquierda de cara a un proyecto, es el golpe de Estado. Honduras es por tanto un caso atípico en ese orden de la tradición de las izquierdas latinoamericanas. Aún hoy día no es posible asegurar que sea la izquierda hondureña la ganadora o consolidada, ni el presidente ni la mayoría de los movilizados pertenecen a ese conglomerado tradicionalmente identificado con las ideas de izquierda, su respuesta está asociada a una realidad más bien económica. 


Nicaragua es pues, el país que responde a tres hechos históricos: Augusto César Sandino fue el primer nacionalista que libró una guerra contra las tropas norteamericanas en todo el continente americano por la libertad; la guerrilla que tomó su nombre derrocó por la vía de la lucha armada a su dictador Anastasio Somoza y se mantuvo en el poder más de una década; y, el Frente Sandinista, con las variables sufridas, con sus adversarios o simpatizantes, vuelve al gobierno bajo las reglas del modelo de la elección democrática, pero además se identifica con la línea de Hugo Chávez en pleno siglo XXI.


Quedamos nosotros, la izquierda salvadoreña, tan debatible, con una historia singular en nuestro continente, y por ello mismo digna de un debate honesto y claro. ¿En qué dirección nos ubicamos? ¿Cuáles son nuestros paradigmas? ¿Dónde se sitúan nuestros aliados internos y externos?


El Salvador y su versión de izquierda:


  La izquierda más exitosa de América Latina, dado su origen, es la salvadoreña, es la única que tiene su origen en la guerrilla que terminó la guerra con un pacto de paz marcado por el arribo cualitativo de la misma al primer órgano del Estado. Pero además es una de las izquierdas con mayor cúmulo de experiencias en los mecanismos de alianza con otras fuerzas y tendencias ideológicas.


Como en el caso de Nicaragua, podemos advertir algunos antecedentes que explican su realidad actual: la primera insurrección popular de nuestro continente sucedió en enero de 1932, con los resultados represivos conocidos, en ella, aunque los debates siguen siendo acalorados, hay una presencia periférica o de fondo, de la primera organización de izquierda, el Partido Comunista. La segunda es la altísima capacidad de alianzas generada en los colectivos de izquierda, desde la huelga de brazos caídos de 1944 que derrocó a Maximiliano Hernández Martínez, la presencia de estudiantes, maestros, sindicalistas, campesinos en movilizaciones sociales de los años 1950s, la conformación de frentes de alianza en los años 1960s entre sectores sociales y de partido que se consolidó con una de los experimentos más exitosos de nuestra historia política: la Unión Nacional Opositora, que pudo vencer al partido oficial de la derecha oligárquica y militar en 1972 y 1977, cuyos triunfos fueron superados por el fraude descarado de las autoridades militares. Ese ejercicio propicio el nacimiento de la fuerza irregular más cualificada de América, cuya capacidad militar y política surgió de la diversidad concentrada en un mismo proyecto político: la guerrilla.


Los debates de la izquierda desde 1980 hasta 1992 estuvieron centrados en conducir la guerra y la negociación política de la misma. Los debates concernientes a la forma de gobierno, al tema candente del socialismo, a las posturas ideológicas más arraigadas sobre el Estado, estaban situadas en un segundo plano. En esa alianza de la izquierda salvadoreña fue posible tener a socialdemócratas, socialcristianos y comunistas, reformistas de otras latitudes, afincados en el modelo FDR-FMLN. La mayor ventaja de esos años fue la capacidad de conducción colegiada de esa izquierda, su creatividad, sus posibilidades intelectuales y sobre todo su visión. Esa fue la izquierda que entró a los congresos europeos, que se reunión con congresistas y senadores norteamericanos, que parlamentó con jefes de gobierno, con líderes mundiales, desde capitalistas a sindicalistas, ecologistas, socialdemócratas, comunistas, artistas. Fue la izquierda que ganó un lugar privilegiado en los pasillos y el lobby de Naciones Unidas, fue la izquierda que inició el retorno al viaje de la legalidad electoral.


En ese proceso del viaje a la legalidad electoral es que regresan los debates históricos de nuestra izquierda: la forma de gobierno, democracia, socialismo, partido político. Es ahí donde se producen las primeras rupturas con la salida de los principales dirigentes y muchas de las bases del Ejército Revolucionario del Pueblo y la Resistencia Nacional.

 

De ser un movimiento de masas y de alianzas partidarias de corte electoral, la izquierda pasa a convertirse en un movimiento guerrillero, luego un partido que inicia su participación en el parlamento, una carrera política que lo llevará a la silla presidencial en el año 2009, a ser la primera fuerza política de El Salvador. Más allá de los traumas propios, de sus contrariedades, de sus rupturas sustanciales o mediáticas, de sus debates internos, lo que caracteriza la vida política de la izquierda salvadoreña es su presencia a fondo en el proceso de las alianzas.


Esa naturaleza es lo que hizo posible que un gobierno que hoy dirige Mauricio Funes, haya podido ser una realidad. Y el punto más delicado de toda alianza, y más una alianza en el gobierno, es el choque de las visiones puristas de aquellos que la conforman.


La historia de la izquierda salvadoreña está circunscrita en ese horizonte de partidos, organizaciones sociales, participación en procesos electorales, movimientos guerrilleros, el arribo al gobierno del que tanto se habló hace más de treinta años, el gobierno de unidad nacional y sus diversas definiciones.


La izquierda debe pues abrirse al debate sobre los grandes temas de país, los que representan las necesidades e intereses de su gente, pero no puede relegarse por más tiempo el debate sobre las ideas, al fin y al cabo las ideas son las que prevalecen más allá de la existencia física de los hombres.


¿Cuál es el gobierno que deseamos? ¿Cómo pensamos deben ser nuestros funcionarios? ¿Hacia dónde se alinea la izquierda? ¿Quiénes son nuestros aliados estratégicos? ¿Dónde ubicar pues, a la izquierda salvadoreña, tan cargada de alianzas y de diversidad? ¿Qué nos espera en los siguientes años? ¿Cómo hacer mejor las cosas en 2112? ¿Quién sucederá a Mauricio Funes en la presidencia? El debate no es signo de brujería pero sí de serenidad y de inteligencia para apreciar los hechos de nuestro tiempo, es la izquierda a la que aspiramos, capaz, con visión de futuro, anticipada a lo que nos espera enfrentar en ese juego oscuro en el que se ve atrapada la derecha, el abismo al que sin duda intentará atraernos.



 

Al-kimia Digital

MONSEÑOR ROMERO

MONSEÑOR ROMERO
“No nos pueden entender los que no entienden la trascendencia. Cuando hablamos de la injusticia aquí abajo y la denunciamos, piensan que ya estamos haciendo política. Es en nombre de ese reino justo de Dios que denunciamos las injusticias en la tierra. Y en nombre de aquel premio eterno les decimos a los que todavía trabajan en la tierra: ¡trabajen, pongan al servicio de la patria todo su esfuerzo!”

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